El animal que sólo tú conoces se pasea detrás de barras hechas de distancia. Este animal de dientes hambrientos de marcas y lengua sedienta de tus caderas. Lo siento mirar a través de mis ojos, tensando las garras y esperando que quieras saciar tu sed con mis labios. Acechando, con una ansiedad que convierte en milagro cada día que pasa sin poder comer de ti.
Pienso en este animal y me pregunto, de dónde ha venido? Ha estado aquí todo el tiempo? Rebusco y me doy cuenta que sí. Ha cazado antes, pero siempre por pura naturaleza. Ha hundido sus colmillos en más de una presa de mirada vacía y personalidad para combinar. Pero ahora, sabiéndote suya, sabiéndose capaz de perseguirte a ti entre todas, cruzando por los campos donde las palabras e ideas enredan a muchos, triunfar y obtener tu sumisión carnal a través de lo verbal y etéreo... Ahora siente la satisfacción de consumir un alma igual a la suya, un cuerpo que suplica por el juego mortal del depredador y presa.
Y aquí esperamos. Esperamos hasta que podamos perseguirte entre las ondas de las sábanas de aquél lugar tan nuestro.
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