Me acabo de dar cuenta que ya estoy cerca de cumplir un año practicando Shotokan. Me llegó a la mente por un tren de pensamiento causado por el dolor que tengo en las piernas y abdominales por la práctica del Domingo, así que me pregunté “pero y cuándo es que no voy a parecer un viejito de 70 los Lunes en la noche?” Pero es que increíblemente cada día, aún haciendo cosas muy similares aprendes algún sutil cambio, un giro de cadera, un ángulo de la muñeca… Algo con lo que trabajas de una manera diferente, y cada vez es como una de las primeras veces. A pesar de correr más o menos 40Kms/semana, siempre acabo molido y sin aliento al final de las prácticas.
Pero el dolorcito es lo menos importante y no es lo que quisiera compartir con ustedes. Cuando empecé a practicar lo hice por sugerencia de un amigo que es sensei y porque quería una actividad alterna a correr. Siempre había escuchado eso de que “el Karate fortalece el espíritu” y me parecía tonto pensar que tirar trompadas y patadas sirviera de algo más. Sólo quería algo que me permitiera estar activo los fines de semana y de paso me ayudara a patearle el trasero a cualquier idiota. Luego del primer par de prácticas empecé a notar un cambio en mi mentalidad hacia el deporte y otras cosas.
Empecé a sentir como si mi cuerpo hubiese sido un lugar extraño que apenas empezaba a conocer; por primera vez llegaba (relativamente) lejos en lo que podía lograr con él y a echar un vistazo mucho más allá de lo que había percibido antes. Esto trajo dos consecuencias: Cambio de mi auto-percepción y de mi percepción hacia la violencia.
Puedo decirles con toda seguridad que nunca me había sentido tan cómodo en mi piel. Aún falta mucho (mucho!) camino y mi mente se siente más calmada y alerta en situaciones que antes me estresaban y mucho de esto tiene que ver con lo que el Karate te pide después que has, por ejemplo, pateado 100 veces con cada pierna y te piden “10 más”. Crees que no puedes, que es un absurdo pedirlo siquiera, pero lo intentas (en buena parte porque sino son 20 que te tocan) y te das cuenta que las puedes hacer, y es en este punto donde pude ver que mis limitaciones en muchas cosas en la vida eran auto-impuestas.
El otro efecto puede parecer hasta irónico para muchos y es que luego de sentir las libras de tu cuerpo cargar energía para descargarla en una patada o un puño, luego de que entiendes que tienes el capacidad de sentar otro hombre con un puño tuyo hasta practicando y sin mala fe… Ver, dar y recibir violencia, aún en un entorno de hermandad y control te hace entender lo ridículo de la práctica en cualquier otro contexto. Adquirí un profundo respeto por la violencia aún más que antes y una aversión a utilizarla fuera de la escuela. Mucha gente no entiende que la violencia no es algo controlable una vez se desata y aún cuando sólo quisiste “dar una lección” puedes acabar lesionando o hasta matando a otra persona.
Mi sugerencia a ustedes es que si quieren hacer un cambio físico y espiritual en sus vidas, el Karate es un excelente camino. No importa que seas mujer o creas que eres muy viejo para ponerte a eso (en mi clase hay un principiante de 40 y algo y nadie nunca ha siquiera comentado al respecto), puedes comenzar cualquier día y cambiará tu vida. Igual para los niños, el karate es un medio excelente de adquirir disciplina y estar activos. Por cierto, si bien hay escuelas costosas en muchos lugares, en la mayoría de polideportivos podrán encontrar clases cuya mensualidad es apenas una contribución, mucha de la gente que hace esto no lo hace por dinero, y eso se nota a leguas en la pasión que demuestran los maestros que conozco.
Anímense, oss!